sábado, 5 de junio de 2010

Poetas con Utopías y Costumbres


Un Hermano del alma recopilaba frases mundialistas, y yo que buscaba esperanzas pensé en los poetas.
Utopía de puertas que se abren y senderos compartidos y costumbre tozuda de creer y creer y hacer y construir...
Estos son los poetas, tal vez inocentemente optimistas. Tal vez tozudos constructores.
Trabajadores incansables de la pluma y los pentagramas.
Seres sensibles, generosos y valientes, capaces de acciones en común.
Los dejo con ellos.
Hablan por nosotros, hablan de nosotros.


Fui por libros buscando cómo hablarte
Los poetas, pensé, hacen milagros,
Los poetas convencen, por ejemplo,
Que la rosa es más rosa entre los cardos

Ando con el alma en vilo
Pero no padezco de otro mal mayor
Claro, que me cuesta un poco
Convencerme a diario que así está mejor
Siento que aún puedo ser inocente
Pese a la insidia de alguna gente
Con otros muchos que por valientes
Han elegido siempre el amor

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
cuántas noches pasarás
desesperando.
Y a la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Cada uno da lo que recibe
Luego recibe lo que da
Nada es más simple
No hay otra norma
Nada se pierde
Todo se transforma

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar
mejor tentarse a dejar de intentar
aunque ya ves que no es tan fácil empezar

Sé que lo imposible se puede lograr
que la tristeza algún día se irá
y así será la vida cambia y cambiará

Mientras me dure la vida creo
Que habré de andar con los mismos sueños
Y aunque me quedan no pocos miedos
Ni así me muevo de lo que soy
Busco mirarme en los parecidos
Y hombro con hombro con ellos sigo
Amando el cielo que compartimos,
Créanmelo

domingo, 30 de mayo de 2010

El Faro


Era una noche fría de agosto. Estoy seguro.
Sentado en su sillón azul, en la cubierta, el capitán destapaba una botella de champaña que guardaba vaya uno a saber para que acontecimientos. El hombre estaba un poco ebrio, tal vez ni eso. Sólo confundido.
Detrás de él, recortado en el cielo, el faro.
Por delante un océano azul, oscuro, helado.
A su lado tres marineros muy jóvenes y dispuestos a llevar el barco donde el viejo, ebrio o confundido, les supiera indicar.
Era una noche de agosto. Helada.
Tomaron la champaña y pusieron proa a ese punto infinito donde la fugaz luz del faro había marcado un surco sobre las aguas.
Dicen que continúan navegando juntos por un mar eterno.

martes, 18 de mayo de 2010

Histórica y Amarga

En estos días bicentenarios a alguien en el gobierno se le ocurrió que Concepción del Uruguay reunía los méritos suficientes como para ser seleccionada entre todas las ciudades entrerrianas para ser sede de las celebraciones provinciales del 200 aniversario de la revolución de mayo.
Buena idea. Sin duda para la burocracia encargada de organizar los festejos hubiera sido más sencillo realizarlos en Paraná. Al fin, y mál que nos pese y nos acordemos cada tanto de la madre de Racedo, es la capital de la provincia.
Ahora bien, para los uruguayenses que vivimos con el síndrome de la pérdida y de ser segundones y de que todo nos roban, nos quitan, nos copian, nos arrebatan, esta debería ser una ocación de júbilo. Por una vez nos han elegido.
¿Y cómo respondemos? ¿Engalanando la ciudad? ¿arreglándo nuestros jardines y veredas? ¿Embanderando nuestras casas? No, que va. Eso harían en Colón o en Gualeguaychú o en Villa Elisa si los hubieran distinguido. Nosotros respondemos con indiferencia. Con una ciudad sucia y descuidada, con cuatro banderas puestas como con desgano. Y no hablo del engalanamiento público que corresponde al municipio. Hablo del privado, del que hacemos cada uno de nosotros en nuestro hogares. Como cuando, en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestros comercios nos quejamos de que aquí nada funciona, de que todo está mal, de que este es un pueblo de miércoles. Y aunque me niego y quiero seguir creyendo en mi ciudad van a terminar de convencerme de que en verdad somos un pueblo de miércoles. Lo que equivale a decir que todos y cada uno de nosotros somos unos ciudadanos de miércoles. Porque los pueblos se forman de ciudadanos.
Ya se. No cambia nada por una bandera más o menos. Pero esta es una oportunidad de lucirnos. No el gobierno. A esos los tenemos todos bien calados y no nos deberían meter los dedos en los ojos con una fiesta. De lucirnos nosotros, los uruguayenses. Como seguro lo harán los vecinos y como seguro hubieran puesto más empeño si los hubieran distinguido como a nosotros en este año.
Pero no. Elegimos el gesto amargo de siempre. El gesto quejoso, indiferente, el mohin insatisfecho de la gata de doña Flora.
Así somos los ciudadanos de esta histórica y amarga ciudad.
Ojalá de acá al 25 los hechos me demuestren otra cosa. Lo deseo profundamente porque amo el lugar que elegí para que sea mi rincón en el mundo. Pero excepto por un par de lugares como los chicos de Bartolo Bar no veo mucho entusiasmo en preparar la casa para celebrar una fiesta.
¡Ah! Concepción del Uruguay... Tan bella y tan austente de ti misma.

domingo, 9 de mayo de 2010

¿No aprendimos nada?

Decreto sobre supresión de honores al Presidente de la Junta y otros funcionarios públicos. 6 de diciembre de 1810
2º Habrá desde este día absoluta, perfecta, é idéntica igualdad entre el Presidente, y demás Vocales de la Junta, sin más diferencia, que el orden numerario, y gradual de los asientos.
3º Solamente la Junta reunida en actos de etiqueta y ceremonia tendrá los honores militares, escolta, y tratamiento, que están establecidos.
4º Ni el Presidente, ni algún otro individuo de la Junta en particular revestirán carácter público, ni tendrán comitiva, escolta, ó aparato que los distinga de los demás ciudadanos.
13 Las esposas de los funcionarios públicos políticos y militares no disfrutarán los honores de armas ni demás prorrogativas de sus maridos: estas distinciones las concede el estado á los empleos, y no pueden comunicarse sino á los individuos que los ejercen.
14 En las diversiones públicas de toros, ópera, comedia &c. no tendrá la Junta palco, ni lugar determinado: los individuos de ella, que quieran concurrir, comprarán lugar como cualquier ciudadano; el Excmo. Cabildo, á quien toca la presidencia y gobierno de aquellos actos por medio de los individuos comisionados para el efecto, será el que únicamente tenga una posición de preferencia.
15 Desde este día queda concluido todo el ceremonial de iglesia con las autoridades civiles: estas no concurren al templo á recibir inciensos, sino á tributarlos al Ser Supremo. Solamente subsiste el recibimiento en la puerta por los canónigos y dignidades en la forma acostumbrada. No habrán cojines, sitial, ni distintivo entre los individuos de la Junta.
Dado en Buenos Ayres en la Sala de la Junta á 6 de diciembre de 1810 = Cornelio de Saavedra. = Miguel de Azcuénaga. = Dr. Manuel de Alberti. = Domingo Mateú. = Juan Larrea. = Dr. Juan José Paso, Secretario. = Dr. Mariano Moreno, Secretario.
Gaceta de Buenos Aires 8 de diciembre de 1810


Constitución de la Nación Argentina – 1º de Mayo de 1853
Articulo 16.- La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales antes la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.



Si entre 1810 y 1853 se dictaron tantas normas y se consagraron tantos principios tendientes a establecer la igualdad entre los ciudadanos ¿Por qué 200 años después del decreto de supresión de honores redactado por Mariano Moreno se siguen estableciendo diferencias? ¿Por qué se reserva un espacio especial a autoridades e invitados en una actividad cultural que es de caracter público y donde nada indica que a ciertas personas se les deba reservar el asiento o dar los lugares de privilegio? ¿Ni siquiera en estas pequeñas cosas podemos conservar el sagrado dogma de la igualdad del que hablaba Mariano Moreno?
Es tiempo ya, luego de 200 años, que las instituciones públicas comiencen a revisar sus protocolos y sus ceremoniales. Acercarlos más a los principios morenistas. Recordar un poco más el artículo 16 de la Constitución Nacional. Cuanto bien le haría esto a la construcción de la democracia cotidiana.
Y si creen que estoy exagerando cuenten Ustedes las tres filas completas reservadas a funcionarios y ¡A sus esposas!!!! que había en la magnífica Cantata del Bicentenario que pudimos disfrutar, desde los asientos destinados al pueblo de a pie, los que asistimos al auditorio municipal de Concepción del Uruguay el pasado 8 de mayo.

APOSTILLAS:
Magnífica la música, la orquesta, el coro, los solistas y la poesía de don Jorge Enrique Martí.
Desde el punto de vista historiográfico no apta para revisionistas ni para simples críticos de la gestión de Urquiza. Todo bien, Don Enrique, pero en Pavón el Tata nos traicionó.
Una vez más el espectáculo no comenzó con puntualidad.
¡Cuanta gente mal educada o mal aprendida que llega hasta una hora tarde! ¿A qué van?

martes, 4 de mayo de 2010

Otoño


Una poesía de Laura Erpen.
Bellamente otoñal y con aromas de cafés y chocolates.
Con sabor de buen vino compartido en los laberintos ocres de las noches brumosas de otoño. Con gotas de rocío iluminando las telarañas.
Caen las palabras azules como flores sobre colchones dorados de hojas de fresno.
Otoño. Lindo tiempo para el alma.

Bellamente,
los indios llamaban
“ mi otro corazón” a sus amigos ...
Yo lo siento así ,
aunque mi piel y mi sangre y mi pelo
no sean del linaje de la serpiente
ni hayan recorrido la América virgen,
dulcemente crecida al amparo del cielo y del sol.
“ Mi otro corazón” , digo ,
y sé que en éste que llevo entre mis manos
repiquetea la dulzura
y que todo un borde de añoranza
me crece como una luz dorada
cuando el tiempo está lejos
y llegan el otoño y su amenaza melancólica.
¿Sabrá ese otro corazón?
¿Podrá entenderlo?
Es tan fuerte el repique de la distancia
que me retumba en el pecho
y me dicta canciones en las que dejo que las palabras caigan,
azules ,
como flores ...

domingo, 25 de abril de 2010

Brumas


En las mañanas ocres de otoño el sol quiebra la bruma de los recuerdos.
La primavera volverá, porque siempre vuelve. Pero es inevitable no añorar el aroma de aquellas flores que conocimos.
Imposible regocijarse en los olores de primaveras futuras.
Entonces anoto con letra chiquita y redonda dibujada con tinta y pluma en un papelito las cosas que extraño:
Unos caramelos de cereza que tenían un olor especial.
Los paseítos de domingo con Aníbal.
Los fideos con manteca de Susana.
La primavera de 2007.
Gisela bajando las escaleras para buscar agua caliente.
La tía Nina.
Preparar materias con Fernanda y con Manuel (dos épocas diferentes).
Las pelis en la computadora.
Tomar la leche en La Toma con Román.
Las pastafrolas en la sala de preceptores.
Las noches largas de verano.
Algunos viajes maravillosos.
El vino con Andrea.
El mecano de los sueños compartidos.
Los martes a la mañana en el almacén del Negro.
El sillón de jean.
La cena de los miércoles en su esplendor.
Caminar en Florencia y escalar el Lanín.
Muchas horas de mate bien charlado.
Los copos de nieve y la calecita de la plaza.
La niebla mojándome el pelo camino de la Escuela Normal.
Los mensajes de texto que guardaba y se me borraron.
Los correos que desaparecieron entre tantas reparaciones de la PC.
Los palitos de la Facultad.
Los cubos de madera del living.
Las lasagnas dedicadas.
Las partidas de TEG.
Algunas películas inolvidables a saber: Kamchatka, El Perro, Un Lugar en el Mundo, La Novicia Rebelde...
Y seguro que podría seguir anotando cuantas horas me quedara aquí.
Nostalgias de domingo de otoño. Afuera no llueve. Tal vez mañana ni siquiera haya niebla. Pero será lunes, y los lunes la vida no perdona ni las saudades ni las morriñas.





sábado, 17 de abril de 2010

El celular de Hansel y Gretel

El texto me lo envió esta tarde mi hermana. Ya lo conocía y además de un fino sentido del humor encierra un poco de verdad. Sin embargo la tecnología no podrá destruir a la literatura porque aun con tantas formas de comunicarnos los seres humanos guardamos secretos inconfesables, amores impronunciables, rencores vergonzantes, deseos imposibles de escribir, egoísmos y generosidades que no se podrán jamás siquiera escribir en mal castellano en el teclado de un celular o en un correo electrónico.
Al fin el amor y el odio salvarán a la literatura a pesar de los celulares.
Y también la salvarán las redes inalámbricas caídas, los cortes infinitos de Internet y claro, la falta de crédito.


El celular de Hansel y Gretel
Por Hernán Casciari (*)
(*) Autor de la obra "Mas respeto que soy tu madre" que interpreta con tanto exito Antonio Gasalla.
Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.
En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.
Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el celular'.
Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.
Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya está?
Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.
¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?.
La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.
Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.
Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.
Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.
Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa.
La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).
Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:
M HGO LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.
Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.
Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados.
La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.
La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.
Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos.
Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.
En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.
La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.
Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.
Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.
¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.
Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.
Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.