En estos días bicentenarios a alguien en el gobierno se le ocurrió que Concepción del Uruguay reunía los méritos suficientes como para ser seleccionada entre todas las ciudades entrerrianas para ser sede de las celebraciones provinciales del 200 aniversario de la revolución de mayo.
Buena idea. Sin duda para la burocracia encargada de organizar los festejos hubiera sido más sencillo realizarlos en Paraná. Al fin, y mál que nos pese y nos acordemos cada tanto de la madre de Racedo, es la capital de la provincia.
Ahora bien, para los uruguayenses que vivimos con el síndrome de la pérdida y de ser segundones y de que todo nos roban, nos quitan, nos copian, nos arrebatan, esta debería ser una ocación de júbilo. Por una vez nos han elegido.
¿Y cómo respondemos? ¿Engalanando la ciudad? ¿arreglándo nuestros jardines y veredas? ¿Embanderando nuestras casas? No, que va. Eso harían en Colón o en Gualeguaychú o en Villa Elisa si los hubieran distinguido. Nosotros respondemos con indiferencia. Con una ciudad sucia y descuidada, con cuatro banderas puestas como con desgano. Y no hablo del engalanamiento público que corresponde al municipio. Hablo del privado, del que hacemos cada uno de nosotros en nuestro hogares. Como cuando, en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestros comercios nos quejamos de que aquí nada funciona, de que todo está mal, de que este es un pueblo de miércoles. Y aunque me niego y quiero seguir creyendo en mi ciudad van a terminar de convencerme de que en verdad somos un pueblo de miércoles. Lo que equivale a decir que todos y cada uno de nosotros somos unos ciudadanos de miércoles. Porque los pueblos se forman de ciudadanos.
Ya se. No cambia nada por una bandera más o menos. Pero esta es una oportunidad de lucirnos. No el gobierno. A esos los tenemos todos bien calados y no nos deberían meter los dedos en los ojos con una fiesta. De lucirnos nosotros, los uruguayenses. Como seguro lo harán los vecinos y como seguro hubieran puesto más empeño si los hubieran distinguido como a nosotros en este año.
Pero no. Elegimos el gesto amargo de siempre. El gesto quejoso, indiferente, el mohin insatisfecho de la gata de doña Flora.
Así somos los ciudadanos de esta histórica y amarga ciudad.
Ojalá de acá al 25 los hechos me demuestren otra cosa. Lo deseo profundamente porque amo el lugar que elegí para que sea mi rincón en el mundo. Pero excepto por un par de lugares como los chicos de Bartolo Bar no veo mucho entusiasmo en preparar la casa para celebrar una fiesta.
¡Ah! Concepción del Uruguay... Tan bella y tan austente de ti misma.
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Hace 10 años
2 comentarios:
Me gustó que no se apuraron a sacar varios de los arreglos. Muy vistoso las luces en el Banco Entre Rios.. +10 (taringa dixit)
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