Entre las infinitas acciones con que nos relacionamos los seres humanos, hay particularmente dos que me llaman la atención. Una de ellas es la situación de pedir cosas que no deberíamos y con las cuales ponemos al otro en un compromiso. Admito que lo hago muchas veces. De bruto nomás, de desatento, de distraído.
La otra es lo difícil que es decir que no. También caigo en la trampa del sí que me evita malos tragos sociales pero que me entrampa en malos tragos personales.
El mundo sería más sencillo si no pidieramos y no nos pidieran aquello que no deseamos hacer, o dar, o lo que fuere y si cuando esas cosas ocurren tuvieramos también el valor de decir no y la serenidad para aceptar que nos digan que no.
Entre el dar y el pedir a veces un NO a buen tiempo hace la diferencia. ¿Pero quién es tan guapo para decir todos los NO que debieramos?
Mientras voy anudando infinidades de si. Unos dichos con convicción, otros con amor sincero y algunos cuantos porque no me quedaba mas remedio o porque me faltaba valor para el NO.
Pero si algunos de mis si me han movido a dudas en algún laberinto de mi existencia, tengo una gran seguridad por los no que he pronunciado.
Decir NO es un arte, puede ser muy bueno y es un aprendizaje.
A veces también ayudaría el desarrollo del otro arte. El de no pedir lo que otros no querrían dar.
Bicho raro el ser humano
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Hace 10 años
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